martes, 2 de julio de 2013

Demografía apocalíptica (primera parte)

En palabras de R. Evans, "la demografía apocalíptica o, de manera más general, el aviso de que tratar de cubrir las necesidades de una población envejecida llevará a la bancarrota a las sociedades modernas o hará imposible continuar con la cobertura sanitaria universal, es un ‘zombi’, una idea o alegato que está intelectualmente muerta, pero que nunca podrá descansar. Aunque con frecuencia es refutada por los hechos y argumentos, siempre regresa para seguir caminando, sembrando confusión y haciendo daño."

En nuestro caso, el zombi por excelencia es ya un mantra: en España sobran médicos y faltan enfermeras.
Cada año por estas fechas, cuando la OCDE actualiza los datos sanitarios (OECD Health Data 2013) y hace accesible un resumen general, el gallinero colegial y sindical enfermero se revuelve y a los media les viene muy bien porque pueden reciclar a bajo coste los titulares del año anterior.

Digamos de antemano que los datos de la OCDE son lisa y llanamente un desastre; probablemente no pueda ser de otra manera porque la heterogeneidad de las propias estructuras profesionales y también de los registros, métodos de cálculo, etc. no hacen fácil una mejor calidad. A ello se añade este año que en 2011 cambió la Clasificación Nacional de Ocupaciones española, que sustituyó a la de 1994, y la Encuesta de Población Activa (fuente de estos datos) adoptó otros criterios. Por ejemplo, hasta 2011 médicos y dentistas conformaban una sola e indistinguible categoría. Por eso, hay que tomarlos con cautela. Ahora bien, es evidente la contumacia de los datos año tras año (eso sí, con bastante irregularidad) que señalan el bajísimo número de enfermeras que hay en España.

Lo que ni sindicatos ni colegio acaban de entender es que el problema no es que el personal de enfermería en España esté comparativamente subdotado (5,5 enfermeras por 1.000 habitantes en España, frente a la media de la OCDE de 8,7), sino que está comparativamente subcualificado. Porque si a las 245.100 enfermeras (de 2011) les sumamos los 480.400 auxiliares de enfermería y otro personal sanitario asimilado), tenemos un ejército de 725.500 trabajadores que prestan, cada uno a su nivel, cuidados de enfermería. Es decir, 16,2 por 1.000 habitantes.

Veamos los datos de España, Francia e Italia (siempre según la OCDE):


En cuanto a dotación por población, estaríamos a medio camino entre los 14,0 de Italia y los 18,2 de Francia. Pero, sin embargo, mientras que las enfermeras tituladas representan, respectivamente, un 45% y un 49% del total, en España apenas representan un 34%.

¿Es esto bueno o malo? Todo depende. Para las enfermeras (y así deberían asumirlo sus representantes corporativos), malo. Para el personal auxiliar, bueno (de ahí que el Sindicato de Auxiliares de Enfermería esté tan callado en esta materia). ¿Y para los pacientes? ¿Para la salud financiera del SNS? Probablemente no sea malo ni para aquellos ni para esta. Y si se piensa que lo es, habrá que argumentarlo. Lo que es estúpido es agarrarse a las estadísticas como un borracho a una farola (para sujetarse, no para iluminiarse), decir que faltan 50.000 enfermeras y quedarse tan ancho.

Los problemas que tiene el SNS con la enfermería no son de tipo cuantitativo, sino cualitativo: si las enfermeras se dedicaran realmente a lo que deberían, a aquello para lo que está formadas y que justifica sus cuatro o seis años de formación, ese ejército, bastante apreciado por lo general, de personal de enfermería titulado (sí, de enfermería; sí, titulado, no todos los títulos son universitarios) sería el que permitiría en la práctica a las enfermeras avanzar en su aspiración a una práctica enfermera avanzada.

Finalmente: ¿cuáles son las razones de estas estructuras enfermeras atípicas? Aunque sería largo de documentar (ya lo hemos hecho antes y lo volveremos a hacer si hace falta), básicamente tiene que ver con dos características de nuestro modelo de cuidados de larga duración [CLD]. La llamada Ley de Dependencia consagró un modelo tradicional basado en la familia y no, como en tantos otros países, incluso de nuestro entorno más cercano (Portugal, sin ir más lejos), en una amplia res de recursos residenciales. En España se atiende a los ancianos que lo necesitan en la familia y solo cuando no tienen familia (o la familia se niega, el anciano lo prefiere u otras situaciones) se ven abocados a ingresar en una residencia.

Y otra segunda característica es la baja calidad empresarial y, por ende, profesional del sector residencial español, basado sobre todo en pequeños establecimientos a cargo de personas sin gran cualificación para garantizar unos CLD con estándares sanitarios adecuados. Algo que se acaba pagando en ingresos por urgencias.

En definitiva, poco desarrollo de un sector residencial (pocos puestos de trabajo) con escasa base profesional (pocos puestos cualificados).

En otra entrada hablaremos de otro apocalipsis demográfico: el del desempleo y las mentiras y sandeces que se largan ante un problema tan serio.

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