Capítulo VII
El 'cuerpo sufriente' (5)
[Entrega 1, entrega 2, entrega 3, entrega 4, entrega 5, entrega 6, entrega 7, entrega 8,
entrega 9, entrega 10, entrega 11, entrega 12, entrega 13, entrega 14, entrega 15, entrega 16]
entrega 9, entrega 10, entrega 11, entrega 12, entrega 13, entrega 14, entrega 15, entrega 16]
El caso es que el ambiente en la
unidad era irrespirable, tóxico, gracias a lo cual el nivel de
rotación del personal era enorme, algo que incide directamente en la
calidad y seguridad de la asistencia a los paciente, en la confortabilidad y satisfacción de éstos y en los esfuerzos, tan de moda entonces, de "humanizar" la asistencia, que debería ser algo más que un eslogan. Te
comenté antes que el paciente crónico tiene aversión a los cambios
y allí había cambios de personal constantes: raro era el mes en que
no hacíamos una cena de despedida a algún compañero que tiraba la
toalla y conseguía un destino más humano. El personal de
hemodiálisis, como el de otras unidades altamente tecnificadas, goza
de gran reputación y no le es difícil encontrar quien le reclame.
Más complicado era que te dejaran
ir, pero entonces había en los centros concursillos de
traslados frecuentes, bastante objetivos, ya que se basaban en
baremos (más o menos) consensuados con la Junta de Personal, por lo
que si obtenías puesto en otro servicio la
dirección de enfermería, igual lo ralentizaba, pero no impedía el traslado.
Mi cena de despedida fue en 1993.
Parece mentira, como te decía, que el estilo directivo de una
sola persona, o su carencia de él, pueda desestabilizar y producir
semejante desorden en una organización que precisamente exige
estabilidad y orden; y cómo puede incidir sobre las vidas personales
de pacientes y empleados, sensaciones amargas que no puedes colgar
con el pijama antes de marchar a tu casa, sino que te acompañan casi
cada minuto, incluyendo esporádicas visitas a tus sueños que los convirten en amarga vigilia.
Pero lo que más dolor me causaba
entonces es que, siendo todo el mundo conocedor de la mala baba de la
susodicha y de sus nefastas consecuencias asistenciales y laborales,
nadie, ni desde la Gerencia ni desde la dirección Médica,
tomara cartas en el asunto, a pesar de que la dirección de
Enfermería cursara (¡espero!, eso afirmaba) frecuente quejas de
enfermeras y auxiliares, y de que la Junta de Personal sacara el tema
algunas veces en sus reuniones con la Gerencia y Recursos Humanos.
En fin, en marzo de 1993 solicité y
obtuve un traslado a la flamante Unidad del Dolor, recientemente
creada, en la que médicos de diferentes especialidades y enfermeras
funcionábamos de manera muy diferente a la tradicional que yo
conocía, de una manera que hoy en día, cuando lo recuerdo, se
asemeja bastante a lo que se pretende -o presume- ahora con las polémicas Unidades de
Gestión Clínica.
FELICES VACACIONES (A QUIENES LAS TENGAN).
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