miércoles, 7 de diciembre de 2016

Personas, no expedientes


Por razones que no vienen mucho al caso (de momento, al menos), hace algún tiempo que no publico en el blog. Hoy interrumpo este silencio porque llevo esperando algún tiempo para poder compartir una reflexión "experiencial".

He esperado hasta hoy porque es justo hoy cuando el Col·legi d'Infermeria de les Illes Balears ha hecho público el desenlace  -provisional- del intento de "golpe judicial de estado" del Consejo General de Enfermería que ya conté hace dos años en este blog, que recientemente ha sido magníficamente actualizado en el blog de la Asociación Nueva Enfermería y que hoy mismo han vuelto a re-actualizar con este feliz  -de momento, recuerden la fábula de la rana y el escorpión: está en su naturaleza-, desenlace.

En esta ocasión, la Justicia  -a regañadientes, ciertamente-  se ha puesto del lado de la razón y la legalidad, hasta de la justicia diría yo, y ha anulado la resolución del Consejo General de Enfermería que trataba de echar a empujones, con la inestimable ayuda de algunos felones, a la junta de Gobierno que libremente eligieron las enfermeras baleares en 2010.

Y estoy convencido de que esta victoria se repetirá cuando la Justicia revise la espuria resolución del Consejo General con la que trata de echar, no menos a empujones, a la junta de gobierno del Colegio de Murcia que las enfermeras murcianas han querido que lidere su colegio. La historia la cuentan también los amigos de Nueva Enfermería.

El intento de ganar a golpe de talonario, contratando con cargo a los impuestos colegiales los "mejores" servicios jurídicos, lo que se ha perdido en las urnas, es deleznable. No se hace, como se nos quiere hacer creer, por defender una "democracia colegial" que llevan dos decenios (y pico) pasándose por el arco del triunfo, solo el cotarro que hace casi 30 años crearon en torno a la Organización Colegial y que apenas un pequeño grupo de colegios se ha resistido a aceptar como realidad impuesta.

Y esta resistencia implica sufrimiento. Yo he percibido de manera bastante próxima, y lo sigo haciendo porque realmente nunca hay descanso para el mal, en algunos de sus protagonistas ese sufrimiento y les aseguro que no es fácil resistirse a la tentación más obvia: tirar la toalla, que es, lógicamente, lo que pretende inducir el matonismo institucional. Por eso, de alguna manera, quienes se resisten a esta inhumana presión tienen algo de héroes. Y por eso esta entrada tiene algo de homenaje a ese pequeño grupo de gente coherente y valiente, absolutamente necesaria.

No se olviden: hay sufrimiento personal, y mucho, en el 1.0, detrás de todo esto que en el 2.0 se vive casi como un documental, un cómic de resistentes o una serie de intriga política en los que nosotros vamos con los buenos y luego cerramos los ojos y dormimos hasta el próximo capítulo.

Pero mientras nosotros dormimos vuelan los burofaxes, hay llamadas telefónicas inquietantes, los tribunales envían autos que dan plazos de quince, siete, cinco, tres días para ser recurridos, llegan requerimientos de expedientes que obligan a poner patas arriba los archivos del colegio, se producen sentencias de instancia (malas), de segunda instancia (peores), llegan noticias del día en que se reúne la Sala para dictar sentencia "con mala pinta", los servicios jurídicos el Consejo amenazan al tiempo que los mandaos del Consejo presentan escritos o candidaturas truculentas o se encierran o ponen notas difamatorias en prensa... Realmente muy duro, porque además de tu cargo pones tu alma y tu reputación en juego.

Por eso, perdida ya la esperanza de que esos líderes tóxicos muestren rasgos de humanidad, solo pretendo que cuando ustedes lean en las redes o en los blogs, en los medios de comunicación o en las webs de sus colegios estas historias, comprendan que se está haciendo daño a personas que no se lo merecen. Que se está causando mucho sufrimiento.

Y que aunque solo fuera por eso, más pronto que tarde se deberá pagar por el terrible daño infligido.



PS.- Al recluta Ayuso, tan inesperado como flamante miembro del Pleno de Consejo General de Enfermería; elegido como tal en una candidatura única compartida con unos cuantos parásitos impresentables; cooptado como secretario general a dedazo por Il Dottore; que en tal cualidad firma todas las resoluciones del Consejo General; y que tan preocupado supongo que deberá estar por su reputación (salvo que la haya vendido por un plato de lentejas), ya que me cuentan que no es una más de las acémilas descerebradas que pueblan la camarilla:
a) Que antes de firmar: lea y entienda bien lo que firma y estime sus consecuencias (también, incluso sobre todo, para las personas).
b) Que si tiene conciencia y en conciencia no está de acuerdo: no firme.
c) Y que si lo firma: nunca, jamás, cuando la justicia y la democracia se impongan y estos impresentables tengan que rendir cuentas, nos intente vender la moto o contar milongas.

Porque ha elegido libremente el lado de la profesión en el que quiere estar. Que no ha sido este, sino aquel.