miércoles, 15 de julio de 2015

Lectura de verano: historia de una enfermera (III)

[Ver la primera parte pinchando en este enlace y la segunda, en este otro]

Capítulo II (2)
Ser enfermera en la España de los ochenta: el Colegio.

La Presidenta del Colegio era una persona fascinante, alguien a quien respetábamos y admirábamos; unos diez o doce años mayor que nosotras (o sea mayor), había sido muy conocida en los últimos años del franquismo y primeros del posfranquismo, por protagonizar, junto con algunas otras enfermeras, médicos residentes y otro personal, encierros y asambleas contra las políticas educativa y sanitaria del Gobierno y otras historias más directamente políticas.
A principios de los años 70, esta y otras compañeras decidieron tomar los colegios franquistas y convertirlos en organizaciones al servicio de la lucha por la democracia. Ganaron por una gran mayoría, echaron a muchos de los burócratas que se habían parapetado en el colegio, procedentes del Movimiento y del Sindicato Vertical y empezaron a cambiar algunas cosas importantes.
Esta, que te contaba en la anterior entrega, de las bolsas de empleo públicas y transparentes fue una de ellas, pero también empezaron a hablarnos de una enfermería totalmente distinta de la que me habían hablado en la Escuela, una enfermería, como en otros países europeos, convertida en profesión independiente con conocimientos propios y no como la de nuestra época, meras subordinadas, entre secretarias y auxiliares, del médico, a veces limpiadoras o pinches o simples chachas, incapaces de tener voz propia y de expresar nuestras ideas sobre otras formas mejores de hacer nuestro trabajo y de atender a los pacientes.
En aquellos primeros '80, como he contado antes (ya sé que tú lo sabes mejor que yo, Juan; lo hago por si algún día publicas esto y hay gente joven que quiere tragarse este rollo), había accedido al poder el primer Gobierno socialista. Aquella experiencia fue al principio fantástica en lo profesional, pero no tanto en lo laboral. Lo que unos años después empezaría a denominarse Sistema Nacional de Salud [SNS] había crecido en los últimos 15 años de una manera extraordinaria; no solo la construcción en los '60 y primeros '70 de los grandes hospitales-emblema, como La Paz, La Fe, Virgen del Rocío, Juan Canalejo, Cruces, BellvitgePuerta de Hierro... sino también porque se empezaban a abrir hospitales de 300 o 400 camas en muchas pequeñas capitales de provincia donde solo existían vetustas clínicas de la Diputación, el Ayuntamiento, Cruz Roja, la Iglesia Católica... El mío fue uno de ellos.
A partir de entonces, la cosa, como que se desenfrenó para la Enfermería. No sé si hubo una conjunción astral o la lámpara de Florence iluminando conciencias e inteligencias…
O, más simple: dado que la Clase Médica fue un estamento absolutamente cómplice durante los 40 años de franquismo, donde se le permitieron toda clase de corruptelas y corrupciones, y totalmente enfrentado a los intentos regeneradores durante la transición (exceptuando a las nuevas camadas de MIR y adjuntos más jóvenes, estamentos muy alejados -como nos pasa ahora a las enfermeras, qué curioso- de los órganos políticos con capacidad real de negociación de la profesión), fue puesta bajo sospecha por los socialistas: tardó al menos 10 años más en empezar su proceso de regeneración/depuración corporativa (y otros diez más en completarlo), durante los cuales una enfermería emergente, progresista y entusiasta, con ganas de comerse el mundo, sirvió de leal apoyo profesional a los primeros gobiernos socialistas. Que fueron, al menos al principio, agradecidos.
Entonces no nos enteramos mucho, porque los árboles (laborales) de la fuerte crisis económica de los primeros ochenta nos impidieron ver el bosque (profesional) de los años de progreso. Pero lo cierto es que en solo seis o siete años, la situación de la enfermería había dado un enorme vuelco.
Y no menos cierto que el Colegio era entonces, con sus -crecientes- defectos y sus -menguantes- virtudes, una fuerza benigna que nos ayudó enormemente a salir adelante como profesión, una especie de Cúpula bajo la cual refugiarse frente a las tarascadas médicas y las agresiones políticas. 

Luego, todo esto se estropeó. Perdón: lo estropearon, unos por pasiva, otros por activa...

Ya llegaré a eso, Juan, aunque tú conoces bien la historia, sin duda mejor que yo.


[Próxima entrega del Capítulo: "El lustro de oro"]


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